Árboles singulares, arbustos singulares,
paisajes singulares

Texto: Bernardo Gargallo Lopez
Fotografías: Tomas Leoncio Salvador Salvador

Puede ser un árbol centenario o milenario, o un árbol joven. También un arbusto.
O un paisaje.

La clave está en lo que a ti te digan, en qué medida te mueven por dentro.
Quizá dos arbustos que se abrazan, un árbol en que anidan las palomas torcaces, otro a través de cuyas ramas el viento silba canciones especiales, un paisaje que alimenta tu espíritu, por su belleza, por su originalidad, o por su aspereza.

El murmullo del agua, de un riachuelo, los pinos rectos de copas altas, las rocas agrestes,
la hierba verde, el cielo azul del Maestrazgo…

En cualquier caso compartir, compartir lo que somos, naturaleza y vida, que debemos cuidar, vigilar, mimar, porque como animales que somos formamos parte de ella y la necesitamos: la naturaleza, los árboles, los arbustos, el paisaje… nos sanan,
nos oxigenan, nos ofrecen un respiro, horizontes, vida limpia.

Y nos permiten reconocernos y reconocer a los otros y a  lo otro, quiénes somos,
de dónde venimos, adónde vamos, dónde nos ubicamos.

Lo hemos recibido de nuestros padres y éstos de los suyos, y lo debemos dejar
a nuestros hijos mejor de lo que recibimos, si podemos, y podemos.

Porque el paisaje, los árboles, los arbustos, la naturaleza no es lo que nos acompaña,
es donde estamos y vivimos porque somos parte de ella, ya que sin ella no somos nada.